El doloroso destino de los hijos de Liniers en Alta Gracia

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Por Carlos A. Page

Fusilado el 26 de agosto de 1810, los hijos de Liniers quedaron solos en Córdoba. El honorable militar era viudo dos veces y había tenido once hijos con quienes pensaba vivir en la amplia casa de Alta Gracia que no había terminado de pagar, ni de refaccionar.
 
            En plena contrarrevolución, Liniers le ofreció a su suegro Martín de Sarratea que fuera a vivir a Alta Gracia con sus nietos. Pero no aceptó, diciéndole que dejara su causa porque estaba perdida y podría tener un final trágico, donde solo podía dejar su buen nombre. Pero el destino de los hijos no fue el que esperaba el idealista y angustiado padre, y lo único que heredaron fueron deudas y un nombre relacionado con los enemigos de la Independencia.
 
            Con su primera mujer solo tuvo un hijo, llamado Luis que era teniente de marina, que en plena Revolución y con 27 años, logró huir a Francia vía Montevideo. Su primera hija, del segundo matrimonio, llamada María del Carmen, se había casado a fines de 1809 con Juan Bautista Perichon Vandeuil en Buenos Aires, donde se estableció y tuvo dos hijos. Con ellos vivía la jovencita de 14 años María Dolores Enriqueta, hermana de Carmen.
 
Con Liniers se mudaron a la ciudad de Córdoba el resto de sus hijos, quienes cada fin de semana visitaban su estancia de Alta Gracia que poco a poco iban arreglando para convertirla en morada definitiva. Pero la diezmada familia con ausencia de madre y de la pequeña Francisca Paula que murió en 1805 en el Tigre a los dos años, se quebró aún más. Los que quedaron no pudieron satisfacer el sueño de su padre en Alta Gracia, siendo subordinados al olvido y a la pobreza. La casa grande se convirtió en ámbito de reclusión, pero con el tiempo debieron abandonarla ante las presiones de embargos que les hacía el nuevo gobernador Juan Martín del Pueyrredón. No solo por su deuda, sino porque a los fusilados se les confiscaron todos sus bienes.
 
Al año del trágico suceso, y como si fueran pocas las penas soportadas, falleció otro de los pequeños hijos, llamado Juan de Dios, de 13 años, sepultado en la capilla del Colegio Monserrat donde había ingresado en 1810 con su hermano José Atanacio de 12 años, quien con mejor suerte terminó sus días en Francia heredando el título de Conde de Buenos Aires otorgado a su padre.
 
De los otros hijos de Liniers que habían nacido en Montevideo, sabemos que por ejemplo Mariano Tomás se radicó en España después de la ejecución. El resto de los hijos varones, Santiago Tomás y Martín Inocencio, fueron inmediatamente agraciados con becas de la Universidad ante la compasión que le merecía al rector la terrible orfandad de los niños. El primero murió en Montevideo a los 27 años y el segundo no se supo nunca su paradero.
 
En el mes de setiembre de 1815, doña Francisca de Sarratea, cuñada de Santiago de Liniers, ante el evidente desamparo de sus sobrinos, solicitó que se la declare tutora de Mariano Tomás y de la más pequeña, la llamada María de los Dolores de 10 años. Entre los argumentos que expuso, mencionó que estaban solos ya que su hermano Luis estaba en España, Manuel había huido a Potosí y las mujeres Carmen y Enriqueta en Buenos Aires. Poco se sabe de la infancia de la pequeña que terminó sus días en España. Quizás se haya ido con su hermano.
 
Cinco años después la tía de los niños, doña Francisca, declaró no poder atender los bienes de Alta Gracia, que todavía no habían sido ejecutados, por residir enferma en Buenos Aires y solicitó que se reemplace su tutoría. De tal manera se presentó María del Carmen, proponiendo a su hermana soltera Enriqueta y a don Manuel Asunsolo por tutores de los menores, pero como este último estaba ausente, se nombró a José Manuel Solares.
 
En ese tiempo Carmen y el apoderado de Enriqueta y la tía Martina Sarratea, llamado Juan B. Echeverría, no pudiendo atender la estancia decidieron sacarla a pública subasta. La estancia pasó a tener un nuevo propietario, el mismo Solares, que la adquiere el 13 de mayo de 1820.
 
María del Carmen comenzó en Buenos Aires un largo peregrinar que se prolongaría por el resto de su vida. Quería reencontrarse tan siquiera con los restos de su padre. Pero sus ardientes deseos jamás pudieron ser cumplidos y murió a la edad de 62 años, cuando justo había ubicado al anciano de 72 años que luego del fusilamiento, llevó la carreta con los cadáveres al cementerio de la iglesia.
 
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Foto: María del Carmen de los Dolores Tomasa Josefa Martina Escolástica Pantaleona de Liniers Sarratea
 
 

Carlos A. Page

El autor es arquitecto y doctor en historia, investigador del CONICET y profesor de posgrado en las universidades nacionales de Misiones y Buenos Aires. Miembro de grupos de investigación en Francia, Portugal y Brasil, realizó estudios posdoctorales en España e Italia. Publicó 30 libros y más de 200 artículos en revistas científicas y de divulgación en Estados Unidos, América Latina y Europa. Entre sus obras se destaca El Camino de las Estancias. Las estancias jesuíticas y la Manzana de la Compañía de Jesús Córdoba.


Nueva edición del libro «El Camino de las Estancias»

El libro es una edición mejorada de la primera de 2000, aparecida luego que las estancias jesuíticas y la manzana de la universidad fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad. Es un resumen actualizado, del dossier presentado a la UNESCO, que detalla la trayectoria histórica del patrimonio arquitectónico legado por los jesuitas en el siglo XVIII. Se inicia con una reseña sobre los cuatro siglos de la Compañía de Jesús en Córdoba y el significado de su accionar educativo y misional. Continúa con un detallado discurrir sobre el edificio que fue la primera universidad argentina, junto a su convictorio o edificio destinado al albergue y estudio de un grupo de sus alumnos. Finalmente se resume no solo las circunstancias históricas de cada una de las estancias hasta sus últimas intervenciones arquitectónicas, sino además sus protagonistas, junto con los elementos que tuvieron en común, como la vida cotidiana y los emprendimientos agrícola-ganaderos.

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