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Por Carlos A. Page

Hace un par de años escribimos en una revista especializada, un artículo referido a este monumento: curioso y emblemático; que lo concluíamos con estas palabras: “Cientos de miles de personas pasaron por el monumento que siempre constituyó un atractivo turístico inigualable. Pero se abandonó y se saqueó, las autoridades lo ignoraron, hasta que su puerta quedó sellada, privando a una generación entera de encontrar esta historia incorporada a la identidad de los cordobeses. Recordar su historia es el instrumento más preciado para revalorizar este patrimonio”
Pues en pocos días se cumplen 80 años de su inauguración. Efectivamente, fue levantado entre 1933 y 1936 por Raúl Barón Biza en honor a su compañera, la suiza Rosa Margarita Rossi Hoffman (1905-1931), más conocida como Myriam Stefford. Alcanzó fama internacional no por su profesión de actriz, sino por haber realizado una hazaña pocas veces vista en su época, recorrer cientos de kilómetros en un pequeño avión bautizado como “Chingolo”. Pero su corona la alcanzó al estrellarse en la localidad de Marayes, ubicada en la provincia de San Juan, donde en un sencillo monolito se lee “un bello morir honra toda la vida”, célebre frase del humanista Petrarca.
La consternación de su compañero debe haber sido enorme y en proporción a su enorme fortuna, decidió levantarle un monumento en su estancia Los Cerrillos, ubicada en el camino a Alta Gracia.
Barón Biza encargó el monumento al ingeniero Jorge Wainstein, que sería un faro de 50 metros de altura que incorporaba una colosal estatua del reconocido artista tucumano Juan Carlos Iramain que representaba una mujer alada, en cuya mano derecha alzada llevaba el faro. Para su tiempo iba a ser el monumento más alto de América Latina y se aseguraba que su luz se vería desde la ciudad de Córdoba.
La piedra fundamental se colocó el 27 de agosto de 1933, pero se cambió el proyecto. Es cuando entró en escena el ingeniero Fausto Regino Newton, quien hizo más imponente el monumento, aunque sin la estatuaria, alcanzando una altura de 82 metros (15 más que el obelisco de Buenos Aires que se inauguraba también en 1936).
Se comenzaron las obras y una vez relleno los 15 metros de cimiento, quedó a la vista la cripta, ubicada a seis metros de profundidad. En agosto de 1935 una noticia del avance de obra se publicaba en un diario de la ciudad, donde se anunciaba la colocación de un cofre con las joyas de la aviadora. Para esa fecha, escribe Frattini, se registro la exhumación de los restos de Myriam del cementerio de la Recoleta. Pero el diario no dice nada al respecto. Lo que sí destaca la prensa, es que Barón Biza fue acompañado por el gobernador Amadeo Sabattini (su futuro suegro), repartiendo víveres y ropa entre los pobres.
Varios actos se hicieron en el transcurso de su construcción hasta el 30 de agosto de 1936 en que quedó formalmente inaugurado. Una nueva fiesta popular, al estilo Barón Biza, con asado criollo con gente que traía de Córdoba en ómnibus.
También se inauguró el campo de aterrizaje y local del club deportivo “Myriam Stefford” con una competencia de aviones.
La confusión periodística, la noticia mediática y la información amarilla, despertó todo tipo de especulaciones con respecto al monumento, como que Barón Biza lo había levantado porque detrás de la muerte de la aviadora se ocultaba un crimen pasional. Ni hablar de la búsqueda de las fastuosas joyas y los posteriores saqueos que se produjeron varios años después. Asimismo, el monumento también despertó ridículos comentarios como que había sido levantado por el demonio.
Aunque el amor siempre vence, hoy su deterioro se profundiza lentamente, como esperando que tanto derroche de memoria sea olvidada.

Carlos A. Page

El autor es arquitecto y doctor en historia, investigador del CONICET y profesor de posgrado en las universidades nacionales de Misiones y Buenos Aires. Miembro de grupos de investigación en Francia, Portugal y Brasil, realizó estudios posdoctorales en España e Italia. Publicó 30 libros y más de 200 artículos en revistas científicas y de divulgación en Estados Unidos, América Latina y Europa. Entre sus obras se destaca El Camino de las Estancias. Las estancias jesuíticas y la Manzana de la Compañía de Jesús Córdoba.


Nueva edición del libro «El Camino de las Estancias»

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El libro es una edición mejorada de la primera de 2000, aparecida luego que las estancias jesuíticas y la manzana de la universidad fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad. Es un resumen actualizado, del dossier presentado a la UNESCO, que detalla la trayectoria histórica del patrimonio arquitectónico legado por los jesuitas en el siglo XVIII. Se inicia con una reseña sobre los cuatro siglos de la Compañía de Jesús en Córdoba y el significado de su accionar educativo y misional. Continúa con un detallado discurrir sobre el edificio que fue la primera universidad argentina, junto a su convictorio o edificio destinado al albergue y estudio de un grupo de sus alumnos. Finalmente se resume no solo las circunstancias históricas de cada una de las estancias hasta sus últimas intervenciones arquitectónicas, sino además sus protagonistas, junto con los elementos que tuvieron en común, como la vida cotidiana y los emprendimientos agrícola-ganaderos.

Más info en http://www.carlospage.com.ar/

A 80 años del monumento a Myrian Stefford

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