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«Lo importante es no dejar de hacerse preguntas».      Albert Einstein

Hoy por hoy nuestros chicos están acostumbrados a poder preguntar y expresar todo lo que se les ocurre, menos mal, triste sería que por miedo o por sentirse incómodos, cosa que nos pasa a nosotros “los grandes”, ellos no lo puedan hacer.

Aunque el mundo pueda cambiar, hay ciertas circunstancias que no deberían hacerlo, y una es el preguntar, la duda, el “porqué”. Yo cuando era chico sin ir más lejos me preguntaba como una cámara de televisión podía estar a la vez en Estados Unidos, filmando a Maradona,  y en Argentina a la vez, era muy surrealista.

La duda como tal es uno de los pilares de la filosofía, el primero en realidad. No podemos dejar que los niños no tengan posibilidad de explorar la duda, porque es lo que los niños hacen continuamente, filosofar, sobre las verduras, sobre el tiempo, sobre los tabúes que nos impone la sociedad, pero nosotros no dejamos que esa duda los lleve a ir en busca de una certeza, dejamos que la duda sea eso, solamente una duda.

Nosotros somos quienes debemos influenciar y acompañar el maravilloso proceso de la duda, del querer conocer más, de replantearse como es todo en realidad, algo que nos vendría muy bien en tiempos de discusión y falta de compromiso social. Nuestros hijos necesitan que los acompañemos a poder abrir esas maravillosas puertas del saber, en cualquier lugar que nos encontremos, la escuela, la plaza, el súper, no hay tiempo más valioso que el tiempo que destinamos para enriquecernos, para estar compartiendo con los niños esos mismos procesos que nosotros también tuvimos y hemos aprovechado o no.

Puedo asegurar que ningún adulto sabe más que un niño, sin importar las edades de ambos,  el adulto tiene más experiencia, el niño más dudas. El niño deduce, utiliza mecanismos de hipótesis, el adulto solamente vive de manera mecánica, no tenemos lugar para la duda, es solamente la certeza o el error. El niño no deja de dudar, le podemos indicar que no puede preguntar cualquier cosa en cualquier momento, podemos responder que debe hacer lo que decimos “porque te lo digo yo”, podemos reírnos por dentro cuando de esa duda salen hipótesis disparatadas y alguna que otra mejor que la de la realidad.

Lo importante es que el uso de la duda alimenta su capacidad hipotética, estimula su aprendizaje, ayuda a un crecimiento mejor desarrollado y nos ayuda a nosotros a creer que no sabemos todo y que cuando alguien duda es porque necesita ciertas respuestas que ni nosotros tenemos.

 

Javier Mauricio Terré – Psicopedagogo – M.P 14-4228

El valor de la duda

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